Parece que el tiempo y la magnitud de la desaceleración o recesión de la economía norteamericana será un factor determinante en la evolución de la economía mexicana.
Su impacto tiene, por lo menos, dos vías: la primera, a través de la vinculación de nuestro sector exportador; la segunda, por las condicionantes que derivan de su política monetaria que busca atajar el fenómeno inflacionario.
Internamente pensamos hay cinco claves que marcarán también el rumbo de la actividad productiva.
El Índice Nacional de Precios al Consumidor, incluso antes de la invasión de Rusia a Ucrania, registraba un ritmo de crecimiento arriba del 7 %. En agosto, llegó a un punto máximo de 8.7 %. A partir de ahí comenzó un lento descenso.
Para atajar la inflación, que afecta directamente al bolsillo de todos, especialmente de las familias de más bajos recursos, destacamos dos medidas, la primera, la rebaja que se dio a lo largo del año al impuesto a las gasolinas y la segunda, el endurecimiento de la política monetaria del Banco de México que llevó a la tasa de interés a 10.5%.
En el 2023 la política monetaria será más o menos restrictiva en función de la evolución de la inflación, así como de los niveles que la Reserva Federal en Estados Unidos decida llevar sus tasas de interés.
En todo caso, la previsión que tiene el Banco de México sobre a inflación es que al final del 2023 se ubique en el 4.2 %. Pronóstico un tanto optimista si se considera que los especialistas del sector privado la ubican en arriba del 5 %.
El crecimiento de la economía mexicana en el 2022 será de alrededor del 3 %. Parece una cifra positiva, pero hay que verla en perspectiva. Nos encontramos todavía a un punto porcentual debajo de lo que se generaba en el 2018 y la inversión, se encuentra 9 % abajo.
El rango en que los especialistas ubican el comportamiento de nuestra economía en 2023 va de un crecimiento del 1 % a una caída del 1 %. Nos vamos a mover entre la desaceleración y la recesión.
Por un lado, tendremos los efectos negativos sobre el crecimiento de la restrictiva, pero necesaria política monetaria, y por el otro, en sentido contrario, las ventajas que ofrece la tendencia de la relocalización de la producción dentro de la zona de Norteamérica. Avanzar aquí en la certeza jurídica es fundamental.
El 2022, sin duda, fue un buen año en términos de creación de empleos. En el 2022 se registraron casi 753 mil nuevas fuentes de trabajo en el IMSS y la tasa de desocupación que registra el INEGI fue del 2.8 %.
Sin embargo, al comparar los datos con el cierre de 2018, las nuevas fuentes de trabajo en el IMSS apenas sumaron 1 millón 293 mil. En un lapso similar 4 años hacia atrás ese número fue de 2 millones 839 mil.
En línea con las estimaciones de crecimiento, los especialistas estiman la creación de alrededor de 400 mil nuevos puestos en este año.
Punto de mucha trascendencia sobre el que apenas se perciben cambios marginales es en la magnitud del empleo informal. Si no se avanza decididamente en su transición hacia la formalidad, difícilmente se logrará una mejora en los ingresos y calidad de vida de los trabajadores y sus familias.
Si hacemos un análisis del dinamismo mostrado por las economías estatales en un horizonte de 10 años y su comportamiento a raíz de la pandemia, nos encontramos con estados que destacan como Baja California, Chihuahua o Nayarit con niveles productivos arriba en más de 4 % respecto al 2019. En el otro extremo, estados que perdieron posiciones con pérdidas de más de 8 % como Quintana Roo, Baja California Sur o la Ciudad de México.
Seguiremos observando distancias muy importantes en el comportamiento de las diferentes regiones, lo que nos lleva a pensar en la definición de políticas públicas locales en favor de la inversión y el crecimiento. Asunto que los gobiernos deberían plantearse como verdadera prioridad.
Finalmente, la larga ruta de eventos políticos que en septiembre nos llevan al inicio formal de la sucesión presidencial pueden impactar la marcha de la economía en la medida que se presenten decisiones distantes de la racionalidad económica o que distraigan la acción de los gobiernos locales.
Atentos estaremos a la evolución de estas cinco claves y a la aparición de algún “cisne negro” cada vez más frecuentes en esta época de cambios.