Es muy interesante ver la evolución que ha tenido el emprendimiento en la universidad y en el conjunto de la sociedad, donde ha pasado de ser una actividad marginal a considerarse que las competencias emprendedoras son esenciales. Si la finalidad última de la educación es preparar a los jóvenes para el futuro, uno de los retos actuales es que tengan iniciativa y aprendan a emprender. Que se adapten a los cambios y sepan reconocer las nuevas necesidades y oportunidades que surgirán en el futuro. Que sean capaces de innovar y de movilizar recursos para convertir en realidad sus proyectos. Aprender a emprender es más necesario que nunca en estos tiempos de incertidumbre.
Durante estos años hemos incorporado la formación en la competencia emprendedora en todos los programas de Esade: desde los grados, hasta un máster específico en innovación y emprendimiento, en el MBA, en el Executive MBA y en la formación de directivos. Fruto de esta experiencia, se ha construido un ecosistema y un modelo integral sintetizable en siete dimensiones de cómo se puede desarrollar la competencia emprendedora. Estas dimensiones transitan desde el nivel de la persona (autoconfianza, valores, creatividad), pasando por el equipo (capacidad de relación) que se trabajan de manera transversal, hasta otras específicas sobre la iniciativa emprendedora (reconocimiento de oportunidades, organización e implementación). De esta forma, tres dimensiones clave para aprender a emprender son:
1.- Detectar oportunidades
Para emprender un nuevo proyecto es necesario detectar previamente una oportunidad y esta es una habilidad especial. Ante una misma situación, hay personas que ven un problema y otros una oportunidad. En nuestras sociedades se ha desarrollado más la habilidad de diagnosticar problemas que la de detectar oportunidades. Necesidades sociales no cubiertas adecuadamente, cambios en los hábitos de consumo provocados por el impacto de la tecnología o innovaciones en los productos y servicios actuales, pueden ser fuentes de ideas para nuevas iniciativas.
Esta habilidad se puede entrenar y demanda un cierto estado de alerta. Se puede hacer un seguimiento para ser más consciente de los cambios y las oportunidades que con frecuencia pasan desapercibidas. Con las gafas de detectar oportunidades se puede analizar un sector de actividad, las aplicaciones de una tecnología, algunos de los retos sociales, o partir de las propias aficiones. Preguntarse porque no existe un producto o cómo se podría mejorar un servicio que ya existe también puede ser un buen ejercicio para detectar oportunidades.
Después de escanear el entorno y detectar oportunidades, hay que analizar y evaluar las diversas opciones. Es importante hacerlo en diferentes momentos, intentando diferir el juicio, para evitar matar las ideas sólo al nacer. Para trabajar la habilidad de evaluar los nuevos proyectos, se ha de partir del propósito y de los valores del emprendedor, y pueden ser desde la utilidad social hasta la viabilidad económica, la necesidad de recursos o la capacidad de crecimiento. El objetivo es identificar nuevas oportunidades que potencialmente puedan convertirse en proyectos que aporten valor.
2.- Organizar y planificar
La organización es clave para emprender. Normalmente se dispone de recursos escasos y hay que organizarse muy bien para aprovecharlos eficientemente: determinar cuáles son los recursos necesarios (humanos, tecnológicos, comerciales, financieros, producción, logísticos, infraestructuras…) para llevar a la práctica el proyecto, decidir cuáles se van a realizar internamente y cuáles se van a contratar externamente, seleccionar el equipo humano inicial, dar a conocer el proyecto, encontrar la financiación, lograr los primeros clientes, empezar la actividad, etc.
Una de les dimensiones esenciales de la competencia emprendedora es la capacidad de planificar y organizar las actividades necesarias para que el proyecto se convierta en una realidad: trabajar la habilidad de disponer en el tiempo las diversas actividades a realizar para facilitar su seguimiento y cumplir con los plazos previstos. La planificación puede ser de utilidad tanto para la realización de un proyecto emprendedor como para cualquier trabajo o actividad a desempeñar individualmente o en equipo.
Trabajar la habilidad de convertir las ideas en planes de acción concretos y realistas, programar las acciones necesarias para convertirlos en realidad y mejorar la capacidad de organización, puede ser de gran utilidad para que los jóvenes sean más autónomos y mejoren su capacidad de gestión del tiempo y de sus recursos. A nivel del entorno, la presentación externa de un plan bien elaborado transmite a los interlocutores capacidad de organización por parte del emprendedor, que ha trabajado y pensado a fondo las diferentes partes el proyecto.
3.- De la idea al proyecto
Emprender es hacer, transformar ideas en proyectos. En esta última dimensión emprendedora es donde se trabaja la puesta en práctica del plan. De la idea al proyecto. Es el momento de contrastar con la realidad las hipótesis analizadas y comprobar si la organización funciona adecuadamente. Se trata de aprender de los errores y de realizar los ajustes necesarios. Es muy normal que las previsiones sean más optimistas y la realidad obligue a reajustar tiempos y recursos. También es el momento de adaptar la propuesta de valor a las necesidades reales.
Los emprendedores tendrán que trabajar en esta dimensión algunas habilidades y retos de gestión que les acercarán al mundo real de las organizaciones: resolver problemas surgidos de la gestión diaria del proyecto, optimizar los recursos y realizar un seguimiento de las variables clave del proyecto a través de algunos conceptos de control del riesgo y necesidades económico-financieras, tomar decisiones sobre el riesgo que se está dispuesto a asumir, las innovaciones a realizar o ser capaz de movilizar recursos para cubrir las necesidades que van surgiendo, etc.
En cuanto al formato de los proyectos, se tiene la idea equivocada que los emprendedores sólo crean nuevas empresas -las denominadas start-ups-, cuando además puede haber emprendedores corporativos que están en departamentos de innovación o de nuevos proyectos. También son emprendedores los directivos que tiene que liderar procesos de internacionalización o lanzamiento de nuevas marcas o productos. En las empresas familiares, el paso de una generación a otra suele comportar un importante grado de competencia emprendedora.
Aprender a emprender es posible
La competencia emprendedora ha de formar parte de los objetivos de aprendizaje del sistema educativo, a todos los niveles. Fomentar la iniciativa emprendedora ha de ser un proyecto de país, necesario e ilusionante, que requiere del consenso y la cooperación de todos los agentes que forman parte del sistema educativo. Aprender a emprender no es fácil, pero es un reto posible. No se trata sólo de crear start-ups, sino de formar en la competencia emprendedora, que los estudiantes aprendan haciendo: detectando oportunidades, organizando y llevando sus proyectos a la realidad. Educar en la competencia emprendedora es una apuesta por el talento del futuro. Este quiere ser el compromiso de Esade para los próximos 30 años ahora que estamos celebrando los primeros 30 años del Esade Entrepreneurship Institue.